Fruto del sistema sexo-género y de la división generizada del trabajo, las mujeres empobrecidas realizan simultáneamente tres roles: el productivo, el reproductivo y el comunitario, lo que se denomina el triple rol de las mujeres en el contexto del desarrollo humano (De la Cruz, 1998). El rol productivo hace referencia a las actividades que generan ingresos para la familia, que pueden ser trabajos remunerados o no.
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Por su parte, el rol reproductivo se refiere a las actividades domésticas que aumentan los recursos de la familia, como son la crianza y el cuidado de las personas del ámbito familiar, así como cocinar, lavar, cultivar, recoger agua, etc. Al ser actividades que no son consideradas trabajo no están valoradas económica ni socialmente. Por último, el rol comunitario o de gestión de la comunidad hace referencia a la provisión y a la asignación de los recursos comunitarios (como son la obtención y la distribución de insumos para consumo colectivo -agua, servicios médicos, limpieza de infraestructura-) y a ser parte integrante de los comités comunitarios aunque, en el caso de las mujeres, no en una posición de influencia y de toma de decisiones.
Cualquier proyecto que se centre únicamente en uno de los roles obviando los demás, corre un serio riesgo de afectar al precario equilibrio de atender estos tres roles, llevando a sobrecargar a las mujeres con más actividades y dificultando la posibilidad de que se incorporen a los procesos de desarrollo.
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