Es el miedo construido en las mujeres, que nos hace percibirnos como seres vulnerables, indefensas y sin capacidad para actuar o para enfrentar la violencia. El terror sexual genera muros simbólicos que frenan a las mujeres en el ejercicio y en el disfrute de sus derechos. Es una amenaza no concretada pero real, que facilita un control aceptable sustentado en una supuesta protección, pues "algo" nos puede pasar si decidimos caminar solas por la vida, sin tener el necesario "cuidado". Esto conlleva renuncias que nos podrían llevar a hablar de un "apartheid encubierto", donde hay espacios y situaciones vetadas para las mujeres. La única esperanza de sentirnos "protegidas" es por nuestro príncipe azul o, en su defecto, por un hombre.
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Este terror es inculcado desde espacios afectivos y de seguridad, gracias a lo cual su poder es más efectivo y los mensajes son asimilados como un ejercicio de afecto, de protección, en lugar de como el ejercicio de control que es. Desde pequeñas se nos transmiten mensajes del tipo “cuidado con lo que haces, que te puede pasar algo”, un "algo" fantasmagórico que no está definido y cuya indefinición conlleva pánico y bloqueo. El sentimiento que genera solo puede ser combatido mediante el autocontrol, puesto que no hay recursos para actuar frente a lo indefinido. Esta amenaza no concretada supone una coacción para los comportamientos y para la libertad individual y colectiva de las mujeres, asumida además como algo natural, imposible de combatir.
Este temor se refuerza socialmente por el hecho de que las mujeres sean construidas como víctimas pasivas o victimarias de la violencia, negando en la práctica la violencia como elemento estructural y situándola en el plano de lo personal; el que suframos o no agresiones depende de que sepamos "controlarnos y controlar" a los "locos" agresores que no se saben ni pueden controlarse.
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¿Qué es?
Es el miedo construido en las mujeres,
que nos hace vernos como seres:
- frágiles
- incapaces de defendernos
- sin capacidad para actuar o para enfrentar la violencia.
¿Qué consecuencias tiene?
El terror sexual genera muros simbólicos
que frenan a las mujeres en el ejercicio y en el disfrute de sus derechos.
Nos imaginamos lo que nos podría pasar
si no respetamos las normas
y eso crea los obstáculos que nos limitan.
Es una amenaza no concretada pero real;
por ejemplo que “algo” nos puede pasar
si decidimos caminar solas por la vida, sin tener el necesario “cuidado”.
Aceptamos un control sobre nosotras
para obtener una supuesta protección.
En consecuencia, renunciamos a hacer ciertas cosas
o ir a ciertos espacios (la calle por la noche o un bar, por ejemplo).
Genera una segregación escondida
y una exclusión de las mujeres,
con espacios y situaciones prohibidas para las mujeres.
La única esperanza de sentirnos “protegidas”
es por nuestro príncipe azul o, en su defecto, por un hombre.
¿Cómo se difunde?
Este terror es inculcado desde espacios afectivos y de seguridad
(la familia, los amigos, por ejemplo).
Así, su poder es más efectivo porque recibimos los mensajes
como una muestra de afecto, de protección,
en lugar de como el ejercicio de control que es.
Desde pequeñas se nos transmiten mensajes del tipo
“cuidado con lo que haces, que te puede pasar algo”.
Ese “algo” surrealista, no está definido
y eso conlleva pánico y bloqueo.
El sentimiento que genera solo puede ser combatido
mediante el autocontrol, porque no tenemos recursos
para actuar frente a lo abstracto.
Esta amenaza no concretada condiciona nuestros comportamientos
y la libertad individual y colectiva de las mujeres,
se asume además como algo natural, imposible de combatir.
Este temor se refuerza socialmente
porque se construye a las mujeres como víctimas pasivas de la violencia.
No se ve la violencia machista como algo frecuente y común.
Se niega la práctica de la violencia como elemento constitutivo de la sociedad.
Cuando ocurre, se dice que es un caso aislado, es algo personal.
El hecho de que suframos o no agresiones
depende de que sepamos “controlarnos y controlar”
a los agresores, que no se saben ni pueden controlarse.