El sedentarismo es la actitud de una persona que se mueve poco, que pasa la mayor parte del tiempo sentada o tumbada. Es un fenómeno reciente debido a que las personas apenas necesitan hacer esfuerzo físico en el ámbito laboral o doméstico porque, en los últimos años, muchos trabajos han pasado a ser realizados por máquinas.
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Como consecuencia de la falta de movilidad, hemos tomado conciencia de que el cuerpo humano no responde adecuadamente a este cambio de vida, ya que le provoca infinidad de trastornos y enfermedades.
La medicina recomienda hacer ejercicio físico moderado y frecuente para paliar casi todo tipo de molestias corporales o para combatir desarreglos de tipo metabólico, ya que la manera más eficaz de frenar el deterioro humano que produce la falta de movimiento en la vida cotidiana es la actividad físico-deportiva.
Además de la variedad de deportes existentes, es posible recurrir a actividades sencillas del agrado personal (caminar, andar en bicicleta, hacer senderismo, nadar, bailar…), incluso introducir pequeños cambios diarios, como subir y bajar escaleras, desplazarse andando, hacer estiramientos, etc. No es fácil gozar de buena salud siendo una persona sedentaria aunque, paradójicamente, varios estudios coinciden en señalar que más de la mitad de la población en el estado español se confiesa sedentaria, a la vez que se declara satisfecha con su salud.
Los estudios que segregan los datos muestran una constante: la diferencia entre los sexos. Las mujeres, en todos los tramos de edad, realizan menos ejercicio que los hombres y, en general, están menos satisfechas con su estado de salud. Estas diferencias se justifican por motivos biológicos y sociales, por lo que es recomendable reorientar las políticas de salud, así como potenciar el Observatorio de Salud de la Mujer.
En nuestra opinión, si se llevaran a cabo investigaciones serias desde la perspectiva de género, comprobaríamos que las diferencias existentes se deben sobre todo a que las mujeres tienen un estilo de vida menos activo, ya que la práctica deportiva no es valorada socialmente en ellas. La tradición cultural ha perpetuado falsas creencias acerca de la práctica deportiva de las mujeres, que en muchos aspectos siguen vigentes como, por ejemplo, el miedo a la masculinización de las niñas. Estas no son estimuladas ni en las familias ni la escuela ni en otros espacios sociales para ser deportistas y, como consecuencia, no adquieren hábitos deportivos tempranos, no disfrutan haciendo deporte y son más sedentarias.
No es justo que las niñas se vean privadas de los beneficios que tiene la actividad motriz en el desarrollo infantil y juvenil. Los resultados de diversos trabajos confirman que las niñas y los niños más activos tienen mayor calidad de vida, mejor autoestima, mejor rendimiento académico y menos limitaciones en su vida cotidiana.
Es un hecho que la población adulta es sedentaria, pero lo preocupante es que el sedentarismo se instale en la infancia y en la adolescencia, etapas en las que cada vez se practica menos deporte y se destina más tiempo de ocio a actividades pasivas: ver la televisión, utilizar el ordenador, jugar a videojuegos, etc. El radical cambio que han sufrido nuestras vidas en pocos años les ha robado las opciones que tenían las generaciones anteriores: jugar en la calle, hacer excursiones, dar paseos en bicicleta... Además, esas actividades pasivas suelen ir acompañadas de la ingesta de comida y de bebida insana, de manera que la mayoría de las niñas y de los niños (sobre todo, las niñas) no realizan la actividad física suficiente para quemar el exceso de calorías que consumen.
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