Una persona es lideresa cuando es capaz de producir un cambio en una situación y en un contexto determinado. A menudo se confunde liderazgo con jefatura, porque el entorno en el que nos hemos socializado es un entorno con relaciones desiguales y jerárquicas, entre mujeres y hombres, entre progenitores y criaturas… y también entre quien lidera y quien es liderada o liderado. Para que esta relación sea de liderazgo es necesario que la persona que lidera sea reconocida por parte de las demás personas. Este reconocimiento puede venir dado desde la jefatura, pero el liderazgo surge del poder personal de cada quién.
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¿En qué consiste esa capacidad de seducir para movilizar? En utilizar nuestras ideas, nuestras opiniones, nuestra experiencia y nuestro ejemplo para lograr adhesiones y actuaciones de otras personas (sin distinción de sexo, raza, origen social o salario).
Para conseguirlo, es fundamental desarrollar capacidades que tienen que ver con nuestra inteligencia emocional (conocernos, conocer nuestras emociones y las de otras personas) y poder comunicarnos desde ese ámbito, donde las necesidades, los deseos y los sentimientos son una pieza clara para extraer la valía de cada individuo.
Desde esta óptica, todas las personas tenemos capacidad para ejercer de lideresas en un momento u otro de nuestra vida y que lo seamos o no, además de en función del uso de las capacidades ya citadas, dependerá también de nuestra capacidad de:
• Fijarnos objetivos a medio y largo plazo, que marquen un camino que sirva de guía y de elemento de motivación.
• Transmitir esta visión a las personas de nuestro entorno, tarea para la que las habilidades de comunicación son una herramienta indispensable.
Resulta imprescindible en estos momentos abandonar modelos obsoletos y caducos, basados en el poder jerárquico y en la discriminación entre personas en base a categorías dicotómicas según el sexo, el poder adquisitivo, la diversidad funcional, cultural y sexual. Resulta, asimismo, imprescindible proponer otros modelos de liderazgo basados en las personas y en sus capacidades y construidos a partir de relaciones horizontales e igualitarias en los que el poder personal sea el eje del liderazgo y del desarrollo personal de quienes lideran y también de las personas que son lideradas.
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