La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como "estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de enfermedades". Este es el concepto que tomaremos como referente. Según esta organización, la promoción de la salud se ha convertido en elemento común para quienes admiten la necesidad de un cambio en su modo de vida y en sus hábitos con la finalidad de mejorar el estado de salud. La promoción de la salud aparece como una estrategia de mediación entre las personas y su entorno, de manera que representa la síntesis entre las elecciones individuales y la responsabilidad individual y social en el ámbito de la salud. Para ello, deben facilitarse los siguientes recursos y aprendizajes:
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• Conocer el funcionamiento del cuerpo propio
• Identificar y adaptarse a las etapas de la vida y al entorno
• Adquirir las habilidades de relación interpersonal
• Escoger amistades
• Vivir la sexualidad y elegir un método contraceptivo
• Realizar actividades físicas
• Alimentarse y consumir adecuadamente
• Tener un nivel de estrés adecuado
• Respetar las diferencias entre personas
• Promover la igualdad entre los seres humanos
Para contribuir a la consecución de estos objetivos, desde hace varias décadas existe una importante herramienta: la Educación para la Salud, que es un proceso en el que cualquier persona, tras ser adecuadamente informada, pueda tomar decisiones personales y colectivas para el mantenimiento de la salud y la prevención de enfermedades.
La Educación para la Salud se fundamenta en la responsabilidad del autocuidado de las personas, para lo que hay que implicar a las ciencias de la salud, las ciencias de la conducta, las ciencias de la educación y las ciencias de la comunicación. Además, para saber cuáles son los cambios de comportamiento que mejoran la salud y cómo se producen, necesitamos la ayuda de la psicología, la antropología o la sociología, que estudian el comportamiento individual o colectivo.
Sin embargo, y aunque compartimos esta idea, estas ciencias han tenido hasta ahora un enfoque androcéntrico, es decir, se han centrado en el comportamiento y en las necesidades de los hombres. Por ello, si queremos que los beneficios de la Educación para la Salud repercutan en igual medida en mujeres y hombres, es necesario analizar los temas que conforman esta disciplina desde la perspectiva crítica del feminismo, deconstruir el enfoque tradicional y tener en cuenta las diferencias de género en los estilos de vida. Es necesario, pues, reconsiderar los factores establecidos por Rochon, que señalamos de forma resumida:
• Factores personales, aquellos inherentes a la persona que, en general, nos permiten saber y querer:
- Fisiológicos: herencia, constitución biológica, deseos, pulsiones...
- Físicos: habilidades psicomotoras (capacidad de manipular, de correr, etc.)
- Psicológicos: deseos, conocimientos, creencias, actitudes, percepciones, valores, tipo de personalidad, habilidades cognitivas...
- Sociodemográficos: sexo, edad, raza, nivel de escolaridad…
- Otros: renta, cultura, religión…
• Factores ambientales que posibilitan poder: realizar o modificar un comportamiento. Se consideran factores ambientales que influyen en la conducta:
- Relaciones interpersonales en la vida privada, laboral y social.
- Servicios y recursos: accesibles (tiempo, transportes, costo, localización, etc.), disponibilidad, cantidad y cualidad.
- Características del lugar de residencia, de trabajo, de ocio: entorno social y físico, tipo de barrio, ciudad, pueblo, geografía, clima, economía, cultura, publicidad, políticas gubernamentales, país, continente.
Actualmente, en nuestro entorno cultural, las grandes causas que perjudican nuestra salud pueden clasificarse en tres bloques: el primero lo conforman los diferentes tipos de contaminación ambiental; el segundo, las enfermedades y las drogodependencias; y el tercero, la mala alimentación y el sedentarismo. Este último bloque es aliado directo de la aparición de la obesidad y comporta una importante marca de género ya que, por causa del mandato cultural, es complicado para las mujeres adquirir hábitos de actividad física que las conduzcan a una vida activa.
La contaminación ambiental parece ser responsable de infinidad de tipos de cánceres, alergias, problemas respiratorios y otras enfermedades y, aunque sí podemos contribuir al cuidado del planeta a través de un consumo y de un comportamiento ecológicos, la mayor responsabilidad está en manos del poder económico-político, por lo que trasciende las posibilidades de solución de las personas individuales. Sin embargo, los asuntos relacionados con el estilo de vida contienen aspectos en los que tenemos mayor nivel de libertad y de capacidad de reacción.
En la edad escolar, la Educación para la Salud es un proceso de enseñanza-aprendizaje, que engloba experiencias educativas planificadas destinadas a facilitar los cambios voluntarios de comportamientos saludables. Mediante el conocimiento y el desarrollo de actitudes conscientes respecto de la salud, debe contribuir a su mejora y sostenimiento, provocando la adquisición voluntaria de hábitos saludables. Eso conlleva cambios en la forma de pensar, de sentir y de comportarse.
La Educación para la Salud como formación del conjunto de la población escolar debe incluir temas como el conocimiento del propio cuerpo, la alimentación adecuada, la práctica de actividad física, la prevención de enfermedades provocadas por las condiciones del medio y del estilo de vida, el aprendizaje sobre cómo minimizar las posibilidades de transmisión de males que dependen del modo de comportarse de las personas, la drogodependencia, etc. Concretamente, en las etapas vitales de la pubertad y la adolescencia y en la consecución de una educación integral, la Educación para la Salud adquiere un papel fundamental en dos aspectos en los que el cuerpo se erige como protagonista: el desarrollo de las capacidades del movimiento y la Educación Afectivo-sexual.
La Educación para la Salud se constituye formalmente como disciplina en 1921 y, actualmente, en Europa y en Estados Unidos existen cientos de programas para preparar a las y los profesionales. Sin embargo, y a pesar de que en nuestro país la salud de la infancia y de la juventud está sufriendo un progresivo deterioro, las autoridades educativas no contemplan la necesidad de incluir en el currículum escolar una materia que les enseñe a responsabilizarse de su salud y que les haga comprender que tenemos un único cuerpo para toda la vida.
Además, sería incuestionable que la Educación para la Salud se desarrollara desde una perspectiva coeducativa, para evitar reforzar los estereotipos de género existentes que, en muchos casos, perjudican seriamente a las chicas. Por ejemplo, al desarrollar el tema de las relaciones afectivo-sexuales, es necesario tener en cuenta las expectativas socialmente inculcadas acerca del amor o no tomar como modelo ideal el heterosexual; al tratar los hábitos alimentarios, es necesario no desligarlos de los diferentes estilos de vida de mujeres y hombres y estudiar los graves problemas que ocasionan los irracionales y misóginos modelos estéticos, que están abocando a un preocupante número de niñas a padecer enfermedades mentales como la anorexia y la bulimia.
Por otro lado, la responsable del desarrollo de las capacidades del movimiento en la etapa escolar es la asignatura de Educación Física, que cuenta con un número de horas suficientes para crear hábitos de práctica físico-deportiva que proporcione al alumnado experiencias placenteras, le ayude a mejorar su autoconcepto y, en consecuencia, a paliar la tendencia de la infancia y de la juventud al sedentarismo. Es preciso trabajar la coeducación física y reforzar la atención a las niñas para, así, caminar hacia la igualdad en la práctica deportiva en todas las edades, lo que tendría una repercusión incuestionable en la disminución de la discriminación estructural de las mujeres.
Para concluir, retomamos la idea que apuntábamos al principio acerca de la necesidad de una adecuada información como primer paso para aprender a cuidar nuestra salud. En este punto nos encontramos con un grave problema, ya que los medios de comunicación se han convertido en la fuente de información social más influyente y su mal hacer generalizado está contribuyendo a des-educar a la población. Desde la primera infancia recibimos infinidad de mensajes que nos inducen a aceptar como normal y a no cuestionar los mensajes que transmiten los medios. En relación con la salud, por ejemplo, nos estimulan a consumir de manera compulsiva comidas y bebidas insalubres, entre otros productos.
No estaría de más que ya en la escuela se enseñara y se ayudara al alumnado a protegerse de la influencia de los medios y que se retomara, para ello, la filosofía de lo que se denominó Líneas Trasversales (en este caso, la educación para los medios de comunicación).
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