En el ámbito de las Ciencias de la Actividad Física, el concepto deporte es uno de los más complejos de definir, pues tiene múltiples significados, incluso contradictorios. Algunas teorías entienden por deporte únicamente cuando se practica en situación de competición organizada por federaciones u otras instituciones y, de no ser así, lo denominan juego deportivo o actividades físicas. Sin embargo, para la población en general y para ciertos sectores profesionales, deporte es sinónimo de cualquier actividad físico-deportiva, que es como la utilizaremos en esta explicación.
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Existen muchas clasificaciones de deporte en función de si se realiza de forma individual, por parejas o en equipo; de si solo existe cooperación (natación sincronizada, escalada…), oposición (karate, tenis individual…), cooperación-oposición porque ambas situaciones suceden a la vez (fútbol, baloncesto…); según las características del espacio donde se juega (deportes de red, como el voleibol o el bádminton); atendiendo a los materiales o implementos necesarios para su práctica (deportes de raqueta); según el medio en que se llevan a cabo (agua, nieve, aire, tierra); etc.
Sin embargo, aquí nos interesa clasificar el deporte según los niveles de participación por género, por lo que establecemos los siguientes tipos:
• Deporte élite o de alto nivel: es el que realizan deportistas de gran cualificación que compiten a los niveles más altos en eventos tutelados por las organizaciones deportivas, por ejemplo: juegos olímpicos, campeonatos internacionales o nacionales. En esta modalidad es donde encontramos la mayor discriminación hacia las mujeres ya que, a pesar del aparente equilibrio en las cifras de participación en encuentros deportivos como los juegos olímpicos, un análisis cualitativo arroja datos de la desigualdad existente, de la que señalaremos dos aspectos.
• El primero tiene relación con la profesionalización. Los deportistas de alto nivel, generalmente, son profesionales, mientras que para las mujeres la profesionalización sigue siendo muy difícil o imposible, como es el caso de las futbolistas a las que la federación española de fútbol no admite como profesionales.
• El segundo aspecto se refiere al deporte espectáculo, que es la manifestación del deporte de alto nivel y que tiene una amplia presencia en los medios de comunicación aunque, casi exclusivamente, cuando es practicado por hombres. La escasa presencia y el tratamiento inadecuado por parte de los medios sobre el deporte practicado por mujeres incurren en una atroz discriminación de las deportistas. Por un lado, transmiten y refuerzan la creencia de que las mujeres no están legitimadas para la práctica deportiva; por otro, invisibilizan los modelos de mujeres deportistas con los que puedan identificarse las niñas, que desde la infancia interiorizan la idea de que el deporte es cosa de chicos.
• Deporte federado o de rendimiento, cuya práctica se realiza en el seno de las federaciones deportivas. Cada deporte tiene su propia federación, que controla todos los eventos deportivos y sus participantes, desde la edad escolar hasta el deporte de alto nivel. En este nivel deportivo se siembra y alimenta la semilla de la desigualdad entre los sexos, ya que desde los primeros años dedican mayores recursos a los niños que a las niñas. La participación de mujeres en el deporte federado ronda el 20%.
• Deporte de ocio, llamado también de participación, que podríamos dividir en dos grandes grupos. Por un lado, las actividades realizadas en el medio natural, que van desde los deportes que apenas necesitan materiales (caminar, senderismo, correr, andar en bici, patinar, nadar…) hasta los que requieren gran exigencia en cuanto a pertrechos e infraestructura (esquiar, remo, vela, surf, windsurf, parapente, rafting y demás modalidades, incluidas las denominadas deportes de riesgo).
• Actividades de mantenimiento de la forma física y la salud, que se realizan en espacios cerrados: gimnasia, pilates, danza, yoga, aeróbic, natación en piscina cubierta, etc. Son actividades ligadas, fundamentalmente, a la oferta de los polideportivos municipales y son las más realizadas por mujeres, por motivos estéticos y de salud. En este hecho se basan los estudios existentes para afirmar que son esas actividades las preferidas por las mujeres. Sin embargo, estamos convencidas de que esto se debe, en gran parte, a la falta de oferta de otro tipo de deportes.
Así mismo, nos preocupa que, si analizamos las modalidades deportivas que practican las mujeres, vemos que son individuales y que están ligadas al esfuerzo, al sufrimiento y a la fuerza de voluntad. Por lo tanto, al no practicar deportes de equipo o en contacto con la naturaleza, se ven privadas de los aspectos hedonistas que pueden proporcionar estas modalidades. No es válido afirmar que estas actividades no son del agrado de las mujeres sino que, en general, no tienen ocasión de practicar deporte fuera del gimnasio y de la piscina de su barrio.
En relación a este tema, concretamente acerca de los denominados deportes de riesgo, quisiéramos añadir que, en contra de la opinión generalizada, hemos constatado que a muchas mujeres que tienen desarrolladas sus cualidades físicas sí les gusta la práctica de actividades de riesgo, aunque han tenido menos oportunidades para dedicarse a ella que los hombres en su misma situación, como es el caso de las alumnas universitarias de la especialidad de Educación Física (EF).
• Deporte en edad escolar, o aquel que incluye toda actividad físico-deportiva que se realiza en la etapa educativa, tanto el que se practica en los centros (deporte escolar) como en clubes o federaciones, ya que deben compartir un objetivo incuestionable: ser deporte educativo.
Al explicar el concepto EF vemos que uno de sus contenidos es el deporte educativo, que constituye una herramienta fundamental para conseguir que las personas adquieran la costumbre de practicar deporte para su salud y su disfrute. Sin embargo, el deporte no puede ser el único protagonista de las clases de EF y, mucho menos, cuando se enseña como fiel reflejo del deporte élite que nos muestran los medios de comunicación. Es necesario diferenciar ambos niveles, pues sus objetivos, valores, técnica o metodología distan de coincidir. El deporte en edad escolar debe ser una actividad inclusiva, lúdica y placentera, donde se aprenda a competir y a colaborar, a ganar y a perder, donde prime la situación real de juego sobre las exigencias técnicas (que van en función de la edad) y cuya oferta sea tan amplia que ninguna niña o ningún niño se sienta excluido por cuestión de habilidad motriz.
El desarrollo motriz debería adquirirse en la etapa escolar mediante la asignatura de Educación Física y el deporte educativo. Para ello, por un lado, el deporte extra curricular debería estar regulado en el proyecto de centro -organizado por el seminario de EF e impartido por personal cualificado- y ser coeducativo. Por otro lado, el deporte practicado en edad escolar en otros contextos como clubes o federaciones debe compartir los mismos objetivos para lo cual, las personas que impartan las sesiones deportivas deben disponer de la formación adecuada, en nuestra opinión, una titulación universitaria que avale un quehacer didáctico.
Si nos preguntamos por qué el deporte es tan poco permeable a los cambios para la equidad social, por qué no ha avanzado a la par que otras disciplinas de fuerte tradición androcéntrica, encontramos variadas respuestas. Un motivo de peso es que el deporte se sigue tratando de manera "neutra". Las mujeres han quedado diluidas en el modelo masculino y, prácticamente, a nadie parece importarle: ni a la universidad, (desde la investigación hasta quienes tienen la responsabilidad de la formación del profesorado universitario), ni a los servicios deportivos municipales, ni a las federaciones, ni a los comités olímpicos, ni a las familias, ni a los medios de comunicación.
En este punto surge otro problema de sentido bidireccional. Si bien es cierto que las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte son reacias a incluir la perspectiva de género en su espacio educativo-investigador, no lo es menos que desde el feminismo se ha tenido una visión negativa del deporte y, por extensión, de muchos aspectos de la actividad física. Esto ha ocasionado que habitualmente no se contemplara este tema al realizar encuentros interdisciplinares desde la perspectiva de género o coeducativa. Es necesario que se tome conciencia de la importancia del conocimiento y del control del propio cuerpo en el empoderamiento de las mujeres y se incluya como tema de discusión en los foros feministas y de Igualdad.
El ámbito del deporte es un reducto extremadamente androcéntrico. El deporte fue creado por y para los hombres y se mantiene en su tradición. Desde que nace el deporte moderno, a finales del s. XVIII, las mujeres han transitado de la prohibición inicial hasta la situación actual en la que sigue encontrando múltiples obstáculos, ya sea para su práctica, para desempeñar labores técnicas o para ocupar puestos de responsabilidad y toma de decisiones. Además, los obstáculos aumentan de forma paralela a la mayor capacidad de intervención.
En principio, se excluyó a las mujeres de la práctica deportiva con argumentos médicos. Actualmente, se utilizan otros tipos de presión cultural. En los últimos años, uno de los más poderosos es la imposición de modelo de cuerpo pasivo, una estética femenina que condiciona la vida de las mujeres al limitar tanto sus movimientos cotidianos como la práctica deportiva. La aceptación de estas imposiciones cada vez más sexistas supone, entre otros, un retroceso en su autonomía y contribuye a legitimar la idea de que el deporte no es para ellas.
Se sigue transmitiendo la idea de que el deporte practicado por mujeres debe estar acorde con su proceso de socialización y limitarse a las especialidades que no trasgredan el modelo femenino hegemónico -elegancia y belleza- rechazando toda manifestación de agresividad, contacto corporal o de riesgo. Como consecuencia sucede lo que hemos explicado anteriormente: la práctica de las mujeres se ciñe a actividades individuales, realizadas en espacios domesticados y que exigen altas dosis de esfuerzo y sacrificio, por lo que se ven privadas de la experiencia del juego en equipo, renuncian al placer del juego colectivo y de las actividades de riesgo o en contacto con la naturaleza.
En síntesis, podemos afirmar que la utilización social del cuerpo de la mujer y el empeño en apartarla de la actividad física son elementos para su sometimiento que se fundamentan, por un lado, en los obstáculos que la tradición y la cultura han impuesto a la igualdad de oportunidades entre los sexos; y por otro, en las rémoras específicas en relación con la propia macroestructura del deporte.
El deporte necesita una profunda modificación que debe empezar por analizar el impacto de género en sus presupuestos económicos y por aplicar los recursos con equidad. Además, es urgente la formación desde la perspectiva de género de todas las personas implicadas: profesorado de EF, investigadoras, deportistas, responsables de áreas de deporte en las diversas instituciones, personal de las federaciones y medios de comunicación.
Es necesario dejar de justificar las desigualdades en el deporte aludiendo diferencias biológicas y aceptar que los obstáculos que se imponen a niñas y mujeres son culturales y no naturales, como se intenta hacernos creer. De lo contrario, no podremos avanzar hacia la igualdad.
Para ello, toda persona que esté implicada en el ámbito deportivo debería someterse a un profundo trabajo introspectivo que le permita cambiar sus creencias acerca de la capacidad y de las expectativas hacia las niñas y las mujeres en relación con la actividad físico-deportiva. El deporte puede y debe ser un instrumento de emancipación, de placer y de mejora de la salud integral de las mujeres.
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