De una manera sencilla, podríamos hablar de capitalismo heteropatriarcal como el sistema de organización política, social, económica y cultural que persigue y favorece la posición privilegiada de los hombres -entendida como ostentación y control del capital acumulado y de sus beneficios- y que se sustenta en el dominio y la explotación de las personas y del planeta, particularmente de las mujeres, de su trabajo y de sus cuerpos y en la vulneración de sus derechos, explotación que ejerce de manera diferencial en base a otros factores (etnia, edad, opción sexual, lugar de procedencia, etc.) y de acuerdo al contexto (en sentido amplio: momento histórico, territorio, cosmovisión y marco cultural) en el que se halle. Leer más...
Para ello se sirve de diversas estrategias y mecanismos, todos ellos útiles al funcionamiento y perpetuación del propio sistema de dominación, como son: la división sexual del trabajo y el modelo de familia nuclear (de la mano de la heterosexualidad obligatoria y el pacto sexual), la invisibilidad, el no reconocimiento, la precariedad de los trabajos realizados por mujeres o los imperativos religiosos.
Para obtener una mejor comprensión del concepto y su alcance, recurriremos a otras definiciones y contenidos implícitos y relacionados con el mismo. Empecemos desmenuzándolo y veamos si la suma de las partes (capitalismo heteropatriarcal) supera y complejiza a las individualidades (capitalismo, heteronormatividad y patriarcado):
Capitalismo: es un sistema político, social y económico en el que grandes empresas y unas pocas personas acaudaladas controlan la propiedad, incluyendo los activos capitales (terrenos, fábricas, dinero, acciones de la bolsa, bonos). (…) Para definir el capitalismo es necesario definir sus principios básicos, ya que no existe un consenso sobre su definición. Generalmente, el capitalismo se considera un sistema (...) en el cual la propiedad privada desempeña un papel fundamental. Este es el primero de los principios básicos del capitalismo. Se incluyen también dentro de éstos la libertad de empresa y de elección, el interés propio como motivación dominante, la competencia, la importancia del sistema de precios o de mercado y un reducido papel del gobierno.[1]
Patriarcado: Es un sistema de poder establecido en base a un modelo de dominación masculina. Se basa en la supremacía de los hombres y de lo masculino sobre la supuesta inferioridad y la desvalorización de las mujeres y de lo femenino.[2]
El patriarcado se plasma en la organización política, económica, religiosa y social. Es una estructura que influye tanto en hombres como en mujeres (por eso no tiene por qué parecernos extraño que las mujeres tengan comportamientos machistas) y que reproducimos en las instituciones, en el trabajo, en la casa, en la escuela, etc.
Para identificar y comprender su funcionamiento, cabe destacar su carácter contextual y dinámico, adquiriendo diversas formas en función del contexto. Así, muchas de sus prácticas y dinámicas, si se instalan y pasan a formar parte del imaginario común, de las creencias y pautas culturales de un lugar, pueden llegar a un alto nivel de interiorización y apropiación social incluso a "naturalizarse" y considerarse inamovibles o pasar inadvertidas. Este fenómeno -además de estar impregnado, en nuestro caso, de cierto espíritu colonial- puede llevarnos, curiosamente, a que identifiquemos con mayor facilidad las prácticas patriarcales de otros contextos que las del propio -“en X país son más machistas que aquí”-.
Heteronormatividad: Bajo el análisis elaborado por los feminismos, la heteronormatividad es una norma impuesta por el patriarcado en el ámbito social, político y económico, que dicta la heterosexualidad como obligatoria[3], como la única forma válida de relación sexoafectiva y que se legitima a través del matrimonio. Todo lo que se salga de la heteronorma es considerado anormal e incorrecto y, por ello, es marginado, estigmatizado e invisibilizado. La heteronormatividad utiliza diversos mecanismos médicos, jurídicos, educativos y religiosos que se cumplen gracias a diversas instituciones y que presentan la heterosexualidad como imprescindible para el "correcto" funcionamiento de la sociedad.
La economista feminista Heidi Hartmann analiza la relación entre el patriarcado y el capitalismo en el contexto del proceso de desarrollo capitalista y la industrialización en el siglo XIX, planteando las tensiones que se producen entre hombres y capitalistas acerca del empleo de la fuerza de trabajo de las mujeres. Tanto el capitalismo como el patriarcado son lo suficientemente flexibles como para ir adaptándose a los cambios que uno y otro sistema van sufriendo. La relación entre capitalismo y patriarcado hace que sea imposible hablar de capitalismo puro o patriarcado puro, ya que ambos deben coexistir necesariamente.
El ejemplo histórico que la autora va a desarrollar es el caso del llamado "salario familiar"[4]. El patriarcado, al establecer y legitimar una jerarquía entre los varones, refuerza el control capitalista y los valores capitalistas configuran la definición de utilidad patriarcal. Por ello ambos se favorecen de la alianza, lo que permite explicar la opresión de las mujeres en tanto trabajadoras y en tanto mujeres.
Como vemos, la interacción de dichos conceptos nos abre un enorme potencial de análisis y nos revela la utilidad capitalista y patriarcal del imperativo heterosexual como modo de organización social. Pasamos a explorar más fondo estas interacciones:
Si bien el patriarcado no necesita del capitalismo para su supervivencia -y así se ha desarrollado bajo otros sistemas-, y si bien el patriarcado sí requiere de relaciones de parentesco y de género marcadamente funcionales al poder y dominio de los hombres, podemos afirmar que la heteronormatividad es útil a la reproducción y al engranaje del sistema capitalista patriarcal[5] gracias a la asignación y naturalización de posiciones y funciones sociales a hombres y mujeres -otras posibilidades y opciones no tienen reconocimiento ni legitimidad social[6]- de carácter complementario, a veces excluyente, y profundamente desiguales. Como recalca Milagros Rivera Garretas (1994), contrato sexual y heterosexualidad obligatoria son estructuras fundamentales para la continuidad del patriarcado, que van a regular y controlar determinantemente la vida de las mujeres.[7]
Adrienne Rich da un paso más allá y observa "la necesidad de formular la manera en que la heterosexualidad ha sido históricamente construida como institución y los fines para los que ha servido". Porque es, además, una institución económica que ha permitido y sustentado la doble jornada laboral para las mujeres, así como la división sexual del trabajo como "la más perfecta de las relaciones económicas". Señala que no comprender la heterosexualidad como institución implica negar que el sistema de opresión -económico, racista, de género- se mantiene gracias a una multiplicidad de operaciones. Rich reconoce también que el gran obstáculo y la dificultad que comporta este análisis se debe a que saca a la luz un tema tan difícil como es el deseo sexual: "(…) Reconocer que para las mujeres la heterosexualidad puede no ser una preferencia en absoluto sino algo que ha tenido que ser impuesto, gestionado, organizado, propagado y mantenido a la fuerza" es un paso para la liberación del pensamiento. (Yuderkys Espinosa-Miñoso, 2003).
Vemos cómo la división (hetero)sexual del trabajo es uno de los ejes fundamentales sobre los que se asienta la desigualdad social y la injusticia de género, siendo obstáculo recurrente para el desarrollo de otras esferas de la vida de las mujeres y otros sujetos no normativos, como la participación política.
Teniendo en cuenta la multiplicidad de formas de convivencia y de unidades familiares que existen a lo largo del planeta y de la historia, no es casualidad la defensa a ultranza por parte de los poderes económicos, políticos y religiosos del modelo de familia nuclear heteronormativo. Cabe recordar -ya nos lo decía Betty Friedan en "Mística de la feminidad"- los permanentes intentos institucionales de alienación de las mujeres bajo la idílica identidad de "mujer-ama de casa-madre de familia", que se completa con la figura del "hombre-ganador de pan-cabeza de familia" en un feliz binomio. Este esquema propicia la absoluta disponibilidad de los varones para la actividad productiva (reconocida, remunerada y occidentalmente relacionada con la esfera pública[8]) y la dedicación de las mujeres, invisibles e invisibilizadas, al trabajo doméstico, reproductivo o de cuidados; en definitiva, a todas aquellas actividades cotidianas que favorecen el mantenimiento de la vida y que se dan en un espacio de ausencia de derechos -tradicionalmente, relacionado con la esfera privada-. La crítica económica feminista no solo ha puesto en valor dichos trabajos, sino que afirma que son indispensables para la vida humana y que están sosteniendo injustamente el modelo económico imperante.
Este modelo familiar no es estático ni "acultural". En las últimas décadas se ha dado una incorporación masiva de mujeres al mercado laboral capitalista (no de todas ellas, porque muchas pertenecientes a la clase trabajadora ya estaban en él aunque no reconocidas, como en el ámbito rural o en las empresas familiares). Esa incorporación -no nos llevemos a engaño- no solo se trató de un reconocimiento de capacidades logrado gracias a la presión social y a los movimientos feministas, sino que fue posible también porque era útil al sistema capitalista y patriarcal. Las mujeres pasaron entonces a ser doblemente explotadas, en el hogar y en el mercado laboral, que mantuvo los patrones de funcionamiento masculinos. Esa explotación se dio, incluso, en el trabajo que las mujeres realizaban para la comunidad.
Por este carácter dinámico y contextual que mencionamos, el capitalismo patriarcal no ha permanecido inmóvil ante el fenómeno de la globalización ni tampoco lo han hecho sus estructuras, como la familia. Ante la incorporación masiva de mujeres al mercado laboral y la escasa o nula asunción de las responsabilidades de cuidados por parte de los hombres y de los Estados, se ha producido una reconfiguración de la distribución de los trabajos en los hogares a nivel internacional, redimensionando la división sexual del trabajo a escala global, en lo que se ha denominado cadenas globales de cuidados. Estamos ante movimientos migratorios fuertemente feminizados que están resolviendo las necesidades de cuidados de los países de destino a costa de la precariedad, de la invisibilidad e incluso de graves vulneraciones de los derechos de las mujeres.[9]
Dado el momento en el que nos encontramos es muy importante hacer referencia a la crisis, que tiene que ver también con la alianza entre capitalismo y patriarcado. El lema lanzado por el Movimiento 15M, “No es una crisis, es el sistema”, refuerza lo que ya venían anunciando los feminismos: la situación actual no se debe a una crisis, sino al Capitalismo Heteropatriarcal que, además, es racista.
No es una crisis exclusivamente económica o financiera, es decir, no solo está en crisis la acumulación de capital. La crisis es multidimensional, ecológica, de representación, etc. y, tal y como dice Cristina Carrasco, también "es una crisis de reproducción social porque cuestiona el sistema, porque la drástica reducción del gasto público en servicios de cuidados o sanitarios hace que los cuidados regresen a su pertenencia "natural", al hogar, con el consiguiente aumento del trabajo de las mujeres". Además, el "trabajo doméstico y de cuidados (...) se incrementa por la reducción de ingresos al hogar debido al paro, ya sea masculino o femenino"[10].
Estos "problemas de falta de ingresos monetarios están obligando, además, a muchas parejas a seguir conviviendo, a pesar de no desearlo, y están incrementando todo tipo de violencia contra las mujeres en los hogares". Pero lo más grave, escribe Carrasco, "es el retroceso político e ideológico que se produce en épocas de crisis", que afecta de forma específica a las mujeres, "en particular por el patriarcado religioso", que aprovecha la coyuntura para modificar normativas como la del aborto y otras leyes retrógradas. "Con esta crisis económica, la alianza capitalista y patriarcal se está viendo doblemente reforzada. Las medidas aprobadas de ajuste y austeridad para las capas más bajas, el desmantelamiento del Estado de Bienestar y la reducción de los derechos sociolaborales no solo suponen el aumento de la desigualdad de clase, sino también de género. Se están reduciendo los derechos duramente conseguidos por las mujeres" [11], asegura esta economista.
Por último, con el tiempo se ha ido discutiendo si existe solo un sistema de dominación o el patriarcado se cruza con otros sistemas como el racismo o el heterosexismo. Para algunas autoras, el capitalismo actual no puede entenderse sin los diferentes sistemas que lo sostienen. Por eso, autoras como Coulson y Bhavbani no hablan solo de capitalismo o patriarcado, sino de capitalismo racialmente estructurado -nosotras, el colectivo Eskalera Karakola, añadiríamos heteropatriarcal-, para indicar la imbricación de todos estos sistemas y para demandar la necesidad de analizar conjuntamente los efectos del racismo y de las relaciones de clase y género.
Sin embargo, los análisis feministas-socialistas de Bhavnani y Coulson, al abordar un racismo de Estado que se plasma en diferencias de trato a distintos grupos de mujeres en el contexto de un capitalismo internacional, incorporan también las intersecciones con el nacionalismo, la inmigración y el imperialismo. En particular, denuncian la violencia racista estatal en las prácticas de restricción de la inmigración -a veces bajo la retórica de "igualdad" entre varones y mujeres-, los controles policiales en los "barrios negros" bajo reclamos de mayor seguridad para las mujeres o las contradictorias concepciones de "unidad familiar" que utiliza instrumentalmente el Estado en prácticas de deportación. Apuntan así cómo las distintas realidades materiales de las mujeres "blancas" y "negras", lejos de supuestas hermandades, generan importantes conflictos de intereses con sus agendas políticas particulares”[12].
ABOLIR EL PATRIARCADO ES LA REVOLUCIÓN
[1]Extraído parcialmente de la definición elaborada por el CIEPAC, Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria de Chiapas.
[2]Cuestiones esenciales sobre género. Conceptos básicos. 01. ACSUR Las Segovias
[3]Adrienne Rich fue la primera en hablar sobre heterosexualidad obligatoria, en 1980, mientras que Michael Warner (1991) y Judith Butler (1990) desarrollan más ampliamente el concepto de heteronormatividad.
[4] Heidi Hartmann, "El infeliz matrimonio entre marxismo y feminismo: hacia una unión más progresista", 1979. http://sincautivas.blogspot.com.es
[5]En este sentido, dejamos aquí otro hilo abierto para el debate: ¿hasta qué punto el capitalismo puede sobrevivir sin la heterosexualidad? Recomendamos inspirarse en las reflexiones de Judith Butler y Nancy Fraser al respecto. NANCY FRASER: "Heterosexismo, falta de reconocimiento y capitalismo: una respuesta a Judith Butler". En New Left Review 2, mayo/junio 2000, pp. 123-133.
[6]Recordemos aquí la definición de "heteronormatividad"de Michel Warner como "la obsesión por normalizar la sexualidad a través de discursos que posicionan (lo extraño) como desviado" (Warner Michel en Britzman, 1995:7).
[7] Tomado del texto de Marta Fontenla "¿Qué es el patriarcado?", en http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1396
[8]La distinción privado-público no puede, ni mucho menos, tomarse como medida de análisis universal. Se trata de dimensiones cuyos límites y significados varían culturalmente. Existe críticas al respecto de su pretendida universalización desde la tradición de la Modernidad Occidental (Benhabid y Cornell, 1987).
[9] Para ampliar información: "Cadenas de dimensiones transnacionales que se conforman con el objetivo de sostener cotidianamente la vida y en las que los hogares se transfieren trabajos de cuidados de unos a otros en base a ejes de poder, entre los que cabe destacar el género, la etnia, la clase social y el lugar de procedencia" (Orozco, Paiewonsky y García, 2008:90). Recomendamos: López Gil, Silvia y Pérez Orozco, Amaia. "Desigualdades a flor de piel: cadenas globales de cuidados. Concreciones en el empleo de hogar y articulaciones políticas", ONU Mujeres. 2011, Madrid. Descargable en: http://orozcoalmam.files.wordpress.com/2011/10/cadenasdecuidados_72dpi.pdf
[10] Jornadas en Ca la Dona, Escuela de Verano, julio 2012
[11] Begoña Marugán, "Capitalismo y patriarcado: grandes aliados", Nueva Tribuna, agosto 2012 http://www.nuevatribuna.es/opinion/begona-marugan/capitalismo-y-patriarcado-grandes-aliados/20120826101752080201.html
[12] VVAA, "Otras inapropiables. Feminismos desde las fronteras", Madrid, Traficantes de Sueños, 2004. Introducción de La Eskalera Karakola. Disponible en: http://www.sindominio.net/karakola/antigua_casa/textos/prologo_inapropriables.htm
Subir¿Qué es?
Es el sistema de organización política, social, económica y cultural
que beneficia a los hombres y busca mantener
su posición privilegiada en la sociedad.
Los hombres en gran mayoría poseen y controlan el capital,
es decir el dinero, las empresas, las fábricas,
las máquinas y todos los productos
y son ellos los que se aprovechan de los beneficios.
Esa situación se mantiene porque las personas,
principalmente las mujeres, y el planeta son usadas y dominadas.
Los derechos de las mujeres no son respetados.
Sus trabajos y sus cuerpos son explotados.
Esa explotación se ejerce de manera distinta según el momento histórico,
el territorio o la cultura donde ocurre
y según otros factores de las personas:
¿Cómo se sostiene?
El sistema de dominación se sirve de diversas estrategias y mecanismos
para que perdure, como son:
¿Cómo se coordinan el patriarcado y el capitalismo?
La economista feminista Heidi Hartmann
analiza la relación entre el patriarcado y el capitalismo
en el contexto del desarrollo capitalista y la industrialización
(la producción de bienes a gran escala, mediante la utilización de máquinas)
en el siglo 19.
El capitalismo y el patriarcado son flexibles
y se adaptan a sus cambios recíprocamente.
No hay capitalismo puro o patriarcado puro, ambos coexisten necesariamente.
El patriarcado refuerza:
Y a su vez, el capitalismo se aprovecha de los valores patriarcales
para explotar a las mujeres y al planeta.
La alianza del patriarcado y del capitalismo favorece a ambos.
Por eso existe la opresión de las mujeres,
tanto como trabajadoras que como mujeres.
¿Cómo el imperativo heterosexual se coordina
con el patriarcado y el capitalismo?
Es cierto que el patriarcado no necesita del capitalismo para su supervivencia
porque se ha desarrollado bajo otros sistemas.
Pero el patriarcado y el capitalismo necesitan la heteronormatividad
para su funcionamiento y su continuidad.
Como recalca Milagros Rivera Garretas (1994),
la vida de las mujeres es controlada y regulada por los valores que imponen
que la heterosexualidad es la única sexualidad “normal”, natural y aceptada.
Adrienne Rich añade que la heterosexualidad es una institución
que permite y sostiene:
No es casualidad que los poderes económicos, políticos y religiosos
defienden el modelo de familia nuclear heteronormativo.
Betty Friedan recordaba en “Mística de la feminidad”
la feliz compatibilidad de la pareja compuesta por:
¿Qué permite este esquema?
La crítica económica feminista ha puesto en valor dichos trabajos.
Afirma que son indispensables para la vida humana
y que están sosteniendo injustamente el modelo económico actual.
En las últimas décadas muchas mujeres
se han incorporado al mercado laboral
porque era útil al sistema capitalista y patriarcal.
Las mujeres pasaron entonces a ser doblemente explotadas,
en el hogar y en el trabajo fuera de casa.
En consecuencia y porque los hombres siguen sin asumir
las responsabilidades de cuidados,
muchas mujeres migrantes están resolviendo las necesidades de cuidados
de los países ricos
(fenómeno llamado cadenas globales de cuidados) a costa de:
En conclusión, la situación actual no se debe a una crisis,
sino al Capitalismo Heteropatriarcal que, además, es racista.
El patriarcado se cruza con otros sistemas como el racismo o el heterosexismo.