La definición que hace el Diccionario de la Real Academia de Lengua de androcentrismo es “visión del mundo y de las relaciones sociales centrada en el punto de vista masculino”. Sin embargo, esta definición no describe bien el alcance del término.
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El androcentrismo no solo es una visión del mundo centrada en el punto de vista masculino; es una visión que sitúa al hombre en el centro de todas las cosas y que viene considerada como la mejor, la única posible y la universal. El androcentrismo implica que, dado que la mirada masculina da valor y reconocimiento, lo que es bueno para los hombres es bueno para la humanidad. Las cosas serán importantes, buenas o malas, en relación a la mirada parcial de los hombres. Es una forma de discriminación sexista hacia las mujeres.
Esta visión del mundo invisibliliza a las mujeres y sus logros, porque valora más los campos de los que previamente se las ha excluido y porque relega su protagonismo al ámbito privado, que es donde se ha otorgado valor social a las actuaciones y prácticas realizadas por las mujeres.
El androcentrismo es a la vez condición para construir el poder de los hombres sobre las mujeres y, en la medida que se alimenta de esa desigualdad, también es su consecuencia. La visión androcentrista del mundo justifica que los hombres ocupen un espacio público y económico al que se otorga poder y prestigio, mientras que el espacio privado tradicionalmente ocupado por las mujeres no ha contado con ese reconocimiento. Desde esta posición de poder se reproducen y alimentan los mecanismos que hacen posible que la desigualdad se mantenga, se infravaloran los trabajos realizados por las mujeres y su influencia en la vida social y se generan fuertes resistencias al cambio hacia la igualdad. Así, la visión androcentrista ha condicionado la educación, la ciencia, la economía, la sanidad, la política…, situando el protagonismo de mujeres y hombres a niveles diferentes y construyendo referentes simbólicos, identidades y subjetividades distintas en hombres y mujeres basadas en su sexo biológico.
En ese sentido, Victoria Sau se refiere al androcentrismo como a un “enfoque de un estudio, análisis o investigación desde la perspectiva masculina únicamente, y utilización posterior de los resultados como válidos para la generalidad de los individuos, hombres y mujeres”. Nuestro aprendizaje y nuestras relaciones sociales están, pues, profundamente marcadas por el androcentrismo y, por consiguiente, nuestras expectativas, tanto personales como colectivas, también. Como señala Pierre Bourdieu, “el androcentrismo se instala en el inconsciente y quedamos imbuidos de él en la Familia, la Escuela y el Estado”. Se naturaliza un orden social que se basa en el sexo de las personas y en la construcción cultural de papeles distintos para mujeres y hombres.
La visión androcéntrica confunde la humanidad con el hombre. En ella, los hombres son continuamente reconocidos y sus méritos, maximizados, mientras que la visión de las mujeres, sus necesidades y sus prácticas apenas son nombradas y reconocidas y, cuando lo son, lo son en terrenos a los que se les otorga menos importancia social que los ocupados tradicionalmente por hombres.
Finalmente, el androcentrismo contribuye a la construcción de un mundo femenino y de un mundo masculino segregados, enfrentados y asimétricos, con un claro predomino de los deseos y necesidades de los hombres y que valora y da más poder a los espacios políticos y sociales ocupados por ellos.
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