El término amor romántico tiene, al menos, dos acepciones. En una primera acepción nos estaríamos refiriendo a una atracción intensa entre dos (o más) personas; una atracción que suele implicar idealización y erotización de la otra persona y deseo de intimidad y durabilidad de la relación. No existe acuerdo sobre cómo nombrarlo (amor romántico, amor pasional, pasión amorosa, infatuación…) y es una experiencia universal. En una segunda acepción, el amor romántico sería un modelo cultural de amor que surge en los últimos siglos en las llamadas sociedades occidentales, aunque hoy día se ha ido extendiendo por todo el planeta, a través sobre todo de la difusión de la ficción romántica.
Leer más...
Surge a partir de otros modelos anteriores (amor platónico, amor cortés…) y se va desarrollando y convirtiendo en una forma ideal de interacción amorosa, que tiende a subrayar la idealización, el misterio y la exaltación de las emociones y el deseo sexual.
El amor romántico constituye la heterosexualidad, vincula directamente amor y matrimonio y fundamenta el matrimonio monogámo y las relaciones de pareja estables. Todo ello a la vez que sostiene un orden desigual de género, clase y etnia, desde el momento en que sirve para "unir" a personas que al mismo tiempo son construidas como desiguales (mujeres y hombres, pobres y ricas…).
Algunos autores están hablando de cambios en las formas de interacción amorosa que posibilitarían una mayor democratización de las relaciones íntimas, pero suelen ser planteamientos que no analizan suficientemente las relaciones de poder que surgen en dichas interacciones (por ejemplo, las relativas al género) ni las conexiones entre diferentes espacios sociales.
Para autoras como Eva Illouz, en las sociedades modernas y postmodernas, romanticismo, consumo y capitalismo estarían en estrecha relación, ya que el capitalismo se reafirmaría a sí mismo a través de una doble lógica: la romantización de los bienes de consumo (la pareja en el centro de la publicidad) pero también la mercantilización absoluta del romance.
Mari Luz Esteban ha enmarcado el amor romántico dentro de un contexto más general que ha denominado Pensamiento Amoroso, para referirse a una determinada configuración simbólica y práctica de las sociedades occidentales, que influye más allá de lo que conocemos como esfera íntima o relacional, y produce símbolos, representaciones, normas y leyes en distintos espacios sociales (institucional, familiar…), orientando la conformación de las identidades sociales y genéricas, los procesos de socialización y las acciones individuales, sociales e institucionales.
En este régimen emocional hegemónico y concreto, se produce una construcción y una expresión cultural de las emociones que tiende a enfatizar el amor por delante, no solo de otras emociones, sino también de otras facetas humanas (solidaridad, justicia, libertad…), y que se convierte en una forma dominante de representar lo humano, aplicada de distintas maneras a mujeres y hombres.
Así, no solo las interacciones donde se enfatiza lo sexual, sino también las relaciones materno-filiales y los llamados cuidados (atención a las situaciones de dependencia) son ámbitos priorizados de ideologización emocional y amorosa, con consecuencias directas en la desigualdad de algunos colectivos (por ejemplo, las mujeres). Lo que sostiene, entre otras cosas, una división sexual y desigual del trabajo y unas diferencias en el poder.
Subir