SOSTENIBILIDAD DE LA VIDA1 Leer más...
No se puede dejar de explotar a la naturaleza si no dejamos de explotar a las mujeres, entre otras cosas porque (…) somos, por circunstancias históricas y culturales, las encargadas de gestionar en parte nuestros vínculos con la naturaleza.
Beatriz Gimeno2
1. Una definición de partida
La sostenibilidad de la vida es una apuesta política -y, aún más, una llamada urgente- por un modelo de desarrollo que sitúe a las personas y al planeta en el centro de nuestra actividad, que permita el ejercicio de nuestros derechos y el de las futuras generaciones y que está basado en la ética del cuidado. A diferencia de la pretendida homogeneización y jerarquización de la globalización capitalista, no se trata de un marco cerrado de actuación. Una sociedad justa donde quepan todas las personas -lo que podríamos denominar el 'buen vivir', a partir de una revisión y de una adaptación crítica de este concepto andino- debe ser una construcción económica, social, cultural y ambiental pactada socialmente, abierta a la diversidad de experiencias, deseos y necesidades de quienes la componen.
2. El fin de la crisis, pero... ¿qué crisis?
Hablar de sostenibilidad de la vida supone una propuesta alternativa al modelo imperante y, por tanto, una salida a la crisis sistémica que enfrentamos. Frente a la crisis civilizatoria, la propuesta subyace en poner en el centro una vida que merezca la pena ser vivida.
No es válida la mirada hegemónica y que nos venden los medios de comunicación y la clase política de que esta es una crisis reducida a los problemas situados en los circuitos de la economía monetizada. Pensamos que no es una crisis coyuntural; venimos hablando de ella y divisando sus numerosos vértices desde mucho antes de 2008. Esta crisis se construye sobre la base de la invisibilización de esas otras voces que, justamente, estamos llamando la atención sobre la idea de que "No es una crisis; es el sistema".
Lo que provoca la crisis es la respuesta política que se articula para recuperar el buen funcionamiento de los circuitos de acumulación de capital, agravando la crisis multidimensional precedente. Es una reacción del Estado frente a los desajustes del mercado, a través de un ataque muy duro a las condiciones de vida, de la socialización de los riesgos del capital y de la individualización de los riesgos de la vida ("Sus beneficios, nuestras crisis").
¿Qué queremos decir cuando decimos que la crisis es multidimensional? Que son varias sus facetas y que todas deberían ser discutidas y analizadas desde una perspectiva integral, así como visibilizadas y con propuestas concretas para su solución. Entre esas facetas están:
La crisis ecológica, que abarca dimensiones tales como el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales y el colapso de la biodiversidad, tanto por lo que se refiere a las especies como a las culturas.
La crisis de la salud, que supone cuerpos que enferman por el sistema que los explota y por la mirada médica que oculta dolencias, sobre todo las propias de las mujeres, y medicaliza en exceso en beneficio de las grandes empresas farmacéuticas.
La crisis ética, que recoge el sentir sobre lo ético, sobre cómo nos entendemos como sujetos, sobre la vida en común, sobre qué es el buen vivir, permeando todos los rincones sociales, instituciones y no solo personas.
La crisis de representación, porque no nos vemos representadxs por el poder político, que no recoge las necesidades y las reivindicaciones de la ciudadanía, sino más bien todo lo contrario. Pero también por parte de antiguos movimientos sociales, como los sindicatos que, enquistados en la lógica capitalista de entender trabajo solo como empleo, no están dando respuestas a las problemáticas del trabajo tal y como se concibe y se experimenta. (Por ejemplo, ¿dónde estaban los sindicatos mayoritarios en la marcha de los y las desempleadas del 21J de 2012? ¿Y en las manifestaciones de las trabajadoras del hogar?).
La crisis de reproducción social, esa que pensábamos que aquí nunca llegaría, que era cuestión de los países pobres y 'subdesarrollados', esa que supone el paso de la precariedad a la exclusión. Como se recogía en el número 182 del periódico Diagonal, son ya un 22% los hogares del Estado español que viven por debajo del umbral de la pobreza.
La crisis de cuidados, que muestra que la organización actual de los cuidados es injusta y que supone cuidados insatisfactorios, insuficientes, precarios y no libremente elegidos en lo que a su ejercicio se refiere. No hay respuesta social ante el hecho de que la tradicional organización de los cuidados ya no está cubriendo las necesidades, ni ante esa crisis que nos recuerda constantemente que hay otros trabajos no visibles y no reconocidos que sostienen la vida.
3. Resignificar la vida para que sea vivible y sostenible
Más allá de las políticas oficiales de gobiernos y de organismos internacionales que se han apropiado del discurso de la sostenibilidad y la han encorsetado en el ámbito medioambiental, compartimos aquí un ejercicio acerca de qué significa la sostenibilidad de la vida desde una perspectiva integral.
Históricamente, el feminismo ha hecho hincapié en defender la vida en múltiples aspectos (frente a la guerra, la violencias, la acumulación ilimitada, la explotación y la destrucción de la tierra, la excesiva medicalización...). Ciertas ramas del ecofeminismo, defensoras de la ética del cuidado, se enmarcan en esta línea. Así mismo, podemos acudir al concepto del 'buen vivir' ('sumak kawsay', en el kichua ecuatoriano) o 'vivir bien' ('suma qamaña', en el aymara boliviano), que nos brinda la oportunidad de ir más allá: no solo de defender al vida, sino de interrogarnos individual y colectivamente por el contenido incluido en ella. Dicho de otro modo: nos abre la posibilidad de construir nuevos sentidos de vida. Si no cuestionamos el concepto 'vida' como sociedad, podríamos querer sostener un modelo basado en las posibilidades que cada individuo desarrolla en el mercado -es decir, estaríamos ante el sistema capitalista actual-. Por ello, al hablar de sostenibilidad de la vida, una primera cuestión que tenemos que dilucidar es: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de vida? Es decir; ¿qué otros sentidos queremos darle?
Preguntarnos sobre la sostenibilidad de la vida supone poner sobre la mesa la tensión entre los límites planetarios y de las personas, la satisfacción de las necesidades (con el alto componente de subjetividad que conlleva) y una reorganización social equitativa que permita respetar ambos elementos (límites y necesidades).
Desde hace varios años vemos cómo, cínicamente, el poder económico y político se ha apropiado del concepto de sostenibilidad, distorsionándolo, y cómo, desde la lógica de mercado, el sistema (capitalista y patriarcal) es perfectamente viable: se sostiene sobre un entramado complejo de desigualdades sociales y de explotación ambiental. Ejemplo de ello es la feminización de los cuidados, que permite el funcionamiento del sistema siempre y cuando se dé en el ámbito de la precariedad.
Sin embargo, la crítica de los movimientos sociales -entre ellos, el feminista- subraya y matiza: no hablemos del sistema, hablemos de la sostenibilidad de la vida. El debate nos lleva al terreno de la equidad y de la justicia social, del respeto a las capacidades del planeta y de las personas.
Por otra parte, las desigualdades generadas en las últimas décadas han favorecido la búsqueda de un modelo más equitativo, donde el desarrollo no se base en la exclusión o en la precariedad de una parte de la población global. La generación de riqueza, los avances sociales en diferentes aspectos de la vida social y del bienestar no pueden realizarse apoyados en el desigual reparto de responsabilidades sociales ni en la explotación de la vida y de los recursos.
En el caso de los cuidados, esta cuestión es clave porque la sostenibilidad de la vida, al no ser una prioridad dada la lógica de acumulación, recae en manos privadas, feminizándose y provocando una carga de responsabilidad social que genera mayor precariedad (entendiendo por precariedad no solo la esfera laboral sino, desde una mirada más integradora, también en términos de salud, de toma de decisiones, de desarrollo personal, etc.). Sin embargo, tenemos que pensarlo en términos de desigualdades estructurales que van más allá, como ocurre con los niveles de vida de los países del Norte global, que aumentan la crisis de reproducción social de los países del Sur.
Así, cabe hablar de la sostenibilidad de la vida desde una perspectiva igualitaria y de justicia social: no existe modelo sostenible posible si se acompaña de mayores desigualdades.
3.2. Sostenibilidad para todxs desde la pluralidad y desde la singularidad de personas y contextos
El concepto de vida es un concepto precario e inestable. Judith Butler remarcó diferencias entre vidas que son culturalmente inteligibles y vidas que han sido situadas en los márgenes3.. . No todas las vidas valen lo mismo. Por ello cabe preguntarse qué es una vida sostenible o una vida vivible.
Sea cual sea esa vida, no puede basarse en la exclusión. Es decir, lo que consideramos que es buen vivir no puede serlo a costa de la vida de otrxs, por lo que decimos que tiene una vocación universal. Esa universalidad, sin embargo, no puede traducirse al mismo tiempo en una negación de la realidad diversa, por lo que decimos que debe contemplar lo singular. En un mismo contexto pueden coexistir realidades que exijan respuestas diferentes.
Un ejemplo recurrente lo encontramos en las personas con diversidad funcional, cuyas necesidades de cuidados y de accesibilidad en el entorno urbano pueden modificar la percepción de lo que es una ciudad sostenible, trastocando los parámetros de lo que consideramos lo normal (unas escaleras en un hospital pueden convertirse en una verdadera barrera).
Cuando hablamos de 'vida' presuponemos múltiples aspectos anudados en su interior. Apostar por la sostenibilidad de la vida pasa por concebir, por diseñar, por poner en marcha esos diversos aspectos desde y por la sostenibilidad. Es decir, pasa por elaborar una crítica radical que está presente en la organización social de los trabajos, en la planificación y en gestión de los territorios (urbanos, rurales, marinos, etc.) y del transporte, en la construcción de la identidad, en la secuencia producción-distribución-consumo, en la alimentación, en la salud, etc.
4. A modo de conclusión (abierta)
No pretendemos cerrar con unas conclusiones porque no las hay. Al contrario; más bien nos quedan muchas preguntas abiertas y una pseudo-conclusión que ya hemos apuntado antes: no es una fórmula, es un reto ético y político de cuestionamiento, el dibujo esquemático de un sistema equitativo, el debate por realizar entre todas, en distintos ámbitos teniendo en cuenta el contexto, el momento histórico, la situación: ¿qué vida?
Para este debate se hace necesario entrar en la organización social, política y práctica de los cuidados pero, sobre todo, en su aspecto más filosófico: los cuidados encierran sentidos de trascendencia sobre el significado de la vida que se desea vivir4. A través del cuidado se refuerza la idea de la vulnerabilidad de los cuerpos y se nos señala como seres interdependientes necesitadxs de cuidados en todos los momentos de la vida, aunque a distintos niveles y grados, vidas y seres que se desarrollan en un entorno ambiental y dentro de los límites del planeta por lo que, y en paralelo, habrá que plantearse y buscar tanto la sostenibilidad planetaria como la humana5.
2 Extraído de la entrevista 'En marcha la Red Ecofeminista', disponible en http://www.noticiaspositivas.net/2012/06/11/en-marcha-la-red-ecofeminista/
3 Butler, Judith (2006) 'Vida Precaria (poder del duelo y la violencia)', Ed. Paidós.
4Anderson, Jeanine (2008), 'Nuevas políticas sociales de producción y reproducción', en Arriagada, Irma (de.), Futuro de las familias y desafíos para las políticas, CEPAL – Series Seminarios y Conferencias, nº 52.
1. Definición
¿Qué es?
La sostenibilidad de la vida es:
¿Qué quiere?
Un modelo de desarrollo que sitúe a las personas y al planeta
en el centro de nuestra actividad.
¿Qué permite?
El ejercicio de nuestros derechos y el de las futuras generaciones.
Está basada en la ética del cuidado:
una ética que defiende la responsabilidad y la solidaridad
como deber para el conjunto de la sociedad.
Para construir una sociedad justa donde quepan todas las personas.
Partimos y revisamos el concepto andino de “buen vivir”:
debe ser una construcción:
2. El fin de la crisis, pero... ¿qué crisis?
Hablar de sostenibilidad de la vida
supone una propuesta alternativa al modelo actual
y, por tanto, una salida a la crisis que enfrentamos.
La propuesta es poner en el centro una vida
que merezca la pena ser vivida.
Los medios de comunicación y la clase política
nos venden la cultura dominante y su visión
de que esta es una crisis económica monetaria.
Esa mirada no es cierta.
Pensamos que esta crisis no se debe a unas circunstancias temporales.
Venimos hablando de ella y de su origen desde mucho antes de 2008.
Esta crisis ignora y esconde las voces que llaman la atención
sobre la idea de que "No es una crisis: es el sistema".
La respuesta política para arreglar las consecuencias de la crisis
en el ámbito financiero agrava en realidad las consecuencias de la crisis
en las condiciones de vida. ("Sus beneficios, nuestras crisis").
Es una crisis multidimensional:
tiene varias facetas y todas deberían ser discutidas y analizadas
de manera global, así como visibilizadas y con propuestas concretas
para su solución.
Entre esas facetas están:
3. Dar un nuevo significado a la vida para que merezca la pena ser vivida
y no lastime a otras vidas, ni en el presente ni en el futuro.
El concepto de sostenibilidad va más allá
de las políticas oficiales de gobiernos y de organismos internacionales
que se lo han apropiado y lo han limitado
al ámbito medioambiental.
Se trata de una mirada global
que quiere atender a las necesidades actuales
sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras
de satisfacer las suyas,
garantizando el equilibrio entre crecimiento económico,
cuidado del medio ambiente y bienestar social.
El feminismo y el ecofeminismo, defensores de la ética del cuidado,
se enmarcan en esta línea y nos abren la posibilidad
de construir nuevos sentidos de vida.
No hablemos del sistema, hablemos de la sostenibilidad de la vida.
Por eso, es importante la equidad y la justicia social,
el respeto a las capacidades del planeta y de las personas.
La sostenibilidad de la vida debe tener una perspectiva igualitaria
y de justicia social: no existe modelo sostenible posible
si se acompaña de mayores desigualdades.
Se trata de sostenibilidad para todas las personas
desde la pluralidad y desde la singularidad de personas y contextos.
Somos seres interdependientes
y necesitamos de cuidados en todos los momentos de la vida,
aunque a distintos niveles y grados.
Nos desarrollamos en un entorno ambiental
y dentro de los límites del planeta,
por lo que habrá que plantearse y buscar
tanto la sostenibilidad del planeta como, en paralelo, la humana..