El término "lesbiana" se trata de una categoría importante y problemática, un sujeto inserto en un pensamiento occidental basado en las clasificaciones duales o binarias, donde cada concepto del par clasifica y denota lo que el sujeto no es, más que lo que es. Existe un gran consenso a la hora de señalar que "lesbiana" es una etiqueta para una experiencia a menudo tan diversa, con un grado de indefinición tal, que es difícil de delimitar y que, sin embargo, todavía contiene una utilidad estratégica. Más que realizar una definición excluyente nos interesa más señalar a las lesbianas como sujetos multiformes y poliédricos, que son parte relevante de una mirada amplia sobre el orden heteronormativo, las normas sexuales y de género dominantes y que habitualmente se presentan como neutrales. Leer más...
¿Quiénes son las lesbianas? A lo largo de la historia se encuentran diferentes formas de nombrar las relaciones entre las mujeres, los actos sexuales o la masculinidad femenina: en latín, "frictix" y "tríbada"; en griego, "sáficas" desde el siglo V a. C.; el gentilicio "lesbia" aparece usado en textos de los siglos IX y X; "viragos", durante el Renacimiento; "amante celeste", en el s. XIX; y, en el afán clasificatorio del siglo XX, se crea el término "urnigas". Recordemos que el lenguaje sirve para construir la realidad y hacerla comprensible en un marco de referencia concreto, de manera que sabemos que las relaciones entre mujeres se reconocen y valoran peyorativamente, a pesar de haber sido objeto de una tarea incesante de eliminación y reescritura a lo largo de la historia.
El lenguaje sirve para construir la realidad y hacerla comprensible en un marco de referencia concreto; el lenguaje es importante porque ordena la realidad. El ejercicio de nombrar provée de un marco de significación como grupo y como identidad social, un espacio para crear una subjetividad lesbiana. Pasamos de la prohibición de ser nombradas -“un crimen tan horrible y contra natura y tan detestable que por horror del mismo no se puede nombrar”, siglo XVI- a un ciclo de dos siglos de destrucción científica de la psique lésbica: todo un viaje por el que el lesboerotismo se convierte en una identidad social en el siglo XIX con la generación de una subcultura propia.
En el tránsito al siglo XX tiene lugar un período en el que se produce un gran interés por las llamadas "sexualidades periféricas", donde ya no solo son la religión y las normas sociales las que señalan a las lesbianas, entre otras personas, como desviadas y transgresoras, sino que son la medicina y la psiquiatría las disciplinas que las construyen como desviadas sociales, enfermas y delincuentes.
Algunos de los apelativos que se han asociado al lesbianismo a lo largo del siglo XX han sido: enfermas, desviadas, artistas, perversas, peligrosas, malas, pecadoras, travestidas, borrachas, cuñadas, excéntricas... En suma, personas extrañas que aún no sabemos si son o no mujeres. Podríamos decir que el lesbianismo se asocia especialmente con la ruptura de las normas de género y con la apropiación de las formas, indumentarias o quehaceres construidos como masculinos, rupturas que también están presentes en muchas mujeres heterosexuales. A menudo no son identificadas por el resto como mujeres, o son ellas (o ellos) mismos quienes se colocan en espacios de género ambiguos. Suponen una amenaza como transgresoras del orden binario, donde mujeres y hombres estaban claramente diferenciados. Son mujeres que eligen, conscientemente o no, a otras mujeres como objeto de deseo y con quienes establecen relaciones afectivas. Son señaladas por la sociedad como peligrosas porque no necesitan a los hombres como pareja ni para tener relaciones "plenas", porque con su mera existencia ponen en tela de juicio el orden social establecido que sitúa a las mujeres en plena disponibilidad para los hombres. Es decir, que su lesbianismo produce un desorden de género y de sexualidad que va más allá de ser una opción sexual.
Esta reciente identidad sexual es, sin embargo, fluida y heterogénea. De hecho es multiforme, aunque a menudo está anclada en un entendimiento de las identidades como si fueran fijas y permanentes, y así, conviven diferentes comprensiones de la sexualidad. Es más, existe una diversidad tal en la interpretación y en la construcción de esta vivencia y de la significación que se le otorga, además de las diferentes situaciones interseccionales que tenemos que tener en cuenta (como son la clase social, la etnia, la edad o la diversidad funcional, entre otras), que es difícil aprehender de una vez por todas su significado y es imposible afirmar que existe una identidad homogénea y reconocible. Asimismo, esta fluidez tiene lugar en un mundo cambiante, donde existen diferentes posibilidades y significantes que desdibujan las fronteras entre diferentes etiquetas sexuales, como son la bisexualidad y la transexualidad masculina, entre otras.
Para algunas personas, las lesbianas y las mujeres que tienen relaciones con otras mujeres constituyen una categoría identitaria más que contribuye a mantener el binario sexual establecido, mientras que para muchas otras constituyen una forma de alterar el orden heteronormativo.
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¿Quiénes son las lesbianas?
A lo largo de la historia hay diferentes formas de nombrar las relaciones entre las mujeres,
los actos sexuales o la masculinidad femenina:
Sabemos que las relaciones entre mujeres están mal vistas,
a pesar de los intentos por disimularlo a lo largo de la historia.
¿Qué significa el término "lesbiana"?
El término “lesbiana” es una categoría importante y problemática.
Construye un sujeto dentro del pensamiento occidental
basado en las clasificaciones duales o binarias
(que dividen las cosas en dos y las oponen).
Así, “lesbiana” significa no ser una mujer heterosexual,
y heterosexual significa no ser homosexual.
Todo el mundo está de acuerdo en que “lesbiana”
es una etiqueta que engloba una experiencia muy diversa
que a veces es difícil delimitar.
Sin embargo, todavía es útil y estratégico usarla.
No queremos dar una definición que no nos incluye a todas,
por eso señalamos a las lesbianas como sujetos variados.
Las lesbianas cuestionan la heteronormatividad
(el régimen social y cultural que impone que la heterosexualidad
sea la única sexualidad “normal”, natural y aceptada).
Evidencian las normas sexuales y de género dominantes,
que habitualmente se presentan como neutrales.
¿Cuál es su historia?
El lenguaje sirve para construir la realidad y entenderla en un marco de referencia concreto.
El lenguaje es importante porque ordena la realidad.
El ejercicio de nombrar “lesbiana” da una significación como grupo
y como identidad social, un espacio para poder sentirse y pensarse lesbiana.
En el siglo 16, estaba prohibido nombrar a las lesbianas
porque era un crimen tan horrible que ni siquiera se podía decir.
Durante dos siglos siguientes, se dedicaron a destruir la posibilidad
de una identidad lesbiana.
En el siglo 19, “lesbiana” se convierte en una identidad social
en resistencia y se genera una subcultura propia.
En el tránsito al siglo 20, se produce un gran interés
por las llamadas “sexualidades periféricas”.
Antes eran la religión y las normas sociales
las que señalaban a las lesbianas, entre otras personas,
como desviadas y transgresoras.
Ahora también la medicina y la psiquiatría las construyen
como desviadas sociales, enfermas y delincuentes.
Algunos de los adjetivos que se han asociado al lesbianismo
a lo largo del siglo 20 han sido:
¿Por qué las lesbianas están mal vistas en la sociedad?
Son personas vistas como raras
porque no se sabe si son o no mujeres.
Podríamos decir que el lesbianismo se asocia especialmente
con la ruptura de las normas de género y de adoptar formas,
vestimenta u ocupaciones construidas como masculinas.
Esas rupturas también están presentes en muchas mujeres heterosexuales.
A menudo no son identificadas por el resto como mujeres,
o son ellas (o ellos) mismas quienes se muestran
de manera que no se puede identificar su género.
Suponen una amenaza porque desobedecen al orden binario,
donde mujeres y hombres están claramente diferenciados.
Son mujeres que eligen, conscientemente o no,
a otras mujeres como objeto de deseo
y con quienes establecen relaciones afectivas.
La sociedad las señala como peligrosas
porque no necesitan a los hombres como pareja
ni para tener relaciones “plenas”.
Por el simple hecho de existir, desequilibran el orden social establecido
que sitúa a las mujeres como siempre disponibles para los hombres.
Es decir, su lesbianismo produce un desorden de género y de sexualidad
que va más allá de ser una opción sexual.
¿Todas las lesbianas son iguales y para toda la vida?
Esta identidad sexual es cambiante y diversa.
A menudo entendemos las identidades como fijas y permanentes,
pero en realidad hay muchas formas de ser lesbiana
y evolucionan a lo largo de la vida.
Es una identidad que se construye,
se interpreta y se expresa de muchas maneras.
Además, hay diferentes situaciones de interseccionalidad
que tenemos que tener en cuenta, como son la clase social,
la etnia, la edad o la diversidad funcional, entre otras.
Por eso no se puede afirmar que existe una sola identidad “lesbiana”.
También existen diferentes posibilidades
que borran un poco las fronteras entre diferentes etiquetas sexuales,
como son la bisexualidad y la transexualidad masculina, entre otras.